Bolero vs Rock

· Podcast ·

Versión narrada


Invitada

M. Kathy

· Artículo ·

Versión escrita

A medida que tu cédula (o tarjeta de identificación), va tomando el color opaco que tiene el tiempo cuando ya pasó, te das cuenta que tu receptividad al cambio disminuye gradualmente. Poco a poco se acercan los años deslizándose bajo tu puerta inofensivamente como un bono con descuento a tu juventud.

De repente, ya no puedes creer que tuvieses ese peinado, que usaras esa ropa o fueras capaz de comer esa comida de la calle, hecha con ingredientes de dudosa procedencia, como tranquilamente y sin prejuicios, hacías cuando eras más joven. Ahora ves las noticias, tomas café sin azúcar y le huyes a la lluvia.

El copete de Alf

En un punto, mientras construía este post necesité asesoría profesional en el recorrido de la vida, así que hice una llamada a una experta en la materia, y hablando de cambios y transiciones generacionales, esto fue lo que me contó…



Acabas de escuchar a la Señora Kathy, una mujer de sesenta años, que además de saber a la perfección cómo es este tema de la adaptación al cambio, y de tratar de ir con el paso del tiempo, es una madre excepcional, y yo, uno de sus hijos.

En casa siempre hubo música, pero no mucho rock.

Como en muchas familias latinas, la música del Caribe ambientaba los días y las noches, así lo cuenta con su propia voz, mi asesora.



Con el pasar de los años, la cultura se transforma, lo viejo se vuelve patrimonio, lo actual es la norma y lo nuevo es fruta prohibida con gusano incluido, pero como dijimos antes, cuando eres joven te comes lo que sea.


Viajemos al pasado a buscarnos un problema

Marquemos en los controles del DeLorean (o cualquier otra idealización de una máquina del tiempo), un momento que haya ocurrido antes del año 2000, y busquemos en él la temporada número 15 de nuestra vidas, cuando la adolescencia se apoderaba de nuestro espíritu.

Llegando del futuro, nos encontramos con el más reciente conflicto familiar. En casa, los chicos ahora quieren pintarse el pelo de colores, salir a todas horas, tatuarse la piel, andar de novios con gente mayor, ponerse aretes y joyas por todos lados, y como si fuera poco, también quieren escuchar esa música rock. Cuando no es a todo volumen con los parlantes que se quieren reventar llevándose al cielo de los objetos, a todas las ventanas de la casa, es con audífonos para ignorar, más fácilmente, las indicaciones de algún padre fastidiado que requiere que una tarea doméstica sea realizada en el mismo instante y no un segundo después.

Digamos que eres tú ese adolescente. Entonces, con cara de pocos amigos, te arrancas los audífonos y vas con la voluntad de un preso cuando lo llevan de vuelta a su celda, a lavar los platos sucios del almuerzo. Mientras tanto, la voz de una madre o padre en estado de confusión, te perfora los tímpanos con argumentos como: “Yo no sé que le ven a esa música endiablada, lo que escuchaba yo de joven era más lindo y tiene valor”.



Y por un momento (o por años), te crees ese discurso de la maldad e incluso lo disfrutas por ser lo que te hace diferente, hasta que descubres lo que cuentan esa canciones viejas que bailaban tus padres con vestidos de fantasía y total cortesía.

¡Bájale a esa música diabólica!

El bolero tan amable y apacible, guardaba en sus letras una oscuridad explícita que si uno la analiza, puede llegar a ser más pertubadora que cualquier canción donde cantar es lo mismo que gritar.



La canción a la que se refiere, es un bolero llamado “Declárate inocente” de Roberto Ledesma, un cantante cubano popular por allá en los 60.

La primera estrofa dice así:

Préndeme fuego si quieres que te olvide. Méteme tres balazos en la frente. Haz con mi corazón lo que tu quieras. Y después por amor, declárate inocente…

Violencia extrema, homicidio, crimen pasional, Síndrome de Estocolmo e impunidad, todo en menos de 30 palabras, y para terminar de dibujar la imagen inapropiada del amor, y teniendo en cuenta que vivimos en tiempos donde el acoso por fin se está tomando más en serio, la canción remata con una declaración de obsesiva persecución en el coro:

Si vas atrás del mar, atrás del mar ahí te sigo. Si vas al cielo azul, al cielo azul yo voy contigo…

Roberto Ledesma

El encanto del bolero, viene tal vez de su sinceridad que apela a los sentimientos básicos del ser humano: amar y sufrir, intercalándolos en líricas que muchas veces, parecen cartas musicalizadas de amantes que se escriben de ida y vuelta contando historias, que con frecuencia, terminan mal. A quienes les gusta, seguro encuentran tranquilidad en la suave cadencia del ritmo que se balancea como una hamaca junto a la playa, porque en el bolero, el desamor y la arena se funden para crear la versión Caribe del tango.

El bolero resulta ser un arma infalible

Sin entrar en materia de gustos y preferencias, en su contexto como representante del bolero, “Declárate inocente” es una linda canción, pero para mí, era más bien el arma defensiva predilecta contra los ataques a mi nueva afición, el rock.

Por fortuna, tenía abundantes municiones provistas por todo un repertorio de boleros y otras canciones trágicas que se escuchaban en casa, las cuales incluían maldiciones explícitas dirigidas a personas infieles, gente que por despecho se cortaba la boca mordiendo una copa de vino, personas que en medio de un dolor profundo ponían en duda la bondad de Dios por “hacerles sufrir más”, tipos que prometían escribir historias de amor con sangre cuando su pareja falleciera, y todo tipo de intersecciones entre la felicidad, el odio, la dicha y la muerte.

Es humano temerle a lo desconocido



Con un argumento adulto y el descubrimiento de la debilidad de mi enemigo, se niveló el terreno de batalla. A partir de ese momento, separados por una generación de distancia, la Señora Kathy y yo, entendimos que la sensación que te produce escuchar cierto tipo de música, no es suficiente para juzgarla automáticamente sin darte la oportunidad de entenderla, pero claro, no es fácil, porque además resulta muy humano temerle a lo desconocido, y para evitar esa sensación, matamos todo lo que nos asusta. Pero poco a poco logramos entender que cualquier mensaje, bueno, malo o como se quiera catalogar, cabe en cualquier tipo de música sin importar el género ni el idioma.

Después de la tregua vinieron los recuerdos

La batalla Bolero vs Rock terminó en empate, pero trajo consigo un par de memorias que reafirmaron la idea del cambio como una constante difícil de aceptar, pero de la que nadie se puede escapar.



De vuelta al pasado

Y después de pensar en todo esto y haber recordado tu propia versión de los hechos, volvamos a los platos sucios. Terminaste de lavarlos y le dijiste a tu madre o padre:

¿Te acuerdas de Elvis, The Beatles y el Twist que te gustaba bailar? Bueno, eso es rock and roll, y a tus viejos no les gustaba. ¿Te acuerdas del Swing?, esa corriente del jazz súper alegre, bueno, tus viejos la escuchaban y a sus viejos no les gustaba.

Y así habrá sido siempre, las mamás primitivas no habrán querido que sus hijos desperdiciaran pieles de la caza del día haciendo tambores, y los papás del año 12.000 no aprobarán que la juventud escuche esa música “telepática” del demonio, (sí, el concepto del diablo seguro sobrevivirá). Y con esa pequeña victoria te fuiste con calma a ver videos musicales en la televisión.

Los tiempos cambian más rápido que uno

Finalmente las limitaciones y prejuicios vienen de la preocupación de los padres por proteger a sus hijos de un mundo despiadado. Pero después de aprender que la capacidad de entendimiento de todo lo que vino después de “su era” desaparece, habrán adquirido (en el mejor de lo casos), la habilidad de tolerar lo que para ellos es nuevo y dejar que la vida siga su curso, confiando que los hijos que criaron tomarán las mejores decisiones. Y si tienen que sufrir, que lo documenten en una canción y se hagan famosos con ella.


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Published by Leon Bernard

Busco el equilibrio en la creación, poniendo en la balanza el pensamiento estratégico y la libertad para producir música y escribir historias.

5 thoughts on “Bolero vs Rock

  1. Ya me imagino las siguientes generaciones defendiendo el reguetón de las futuras abominaciones musicales. “Eso sí es música clásica” dirán mientras critican la apreciación de buena música que le darán al neo trap.

    Algunas cosas no cambian, el cambio y la resistencia a esté, son algunas de ellas.

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  2. Tu mamá es de las mías, también me gusta Alfredo Gutierrez, ese vallenato lleno de letra y sentimiento. Mi próxima parranda va a nombre de tu mamá, ja,ja,ja.

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