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Versión escrita
Cuando pensamos en la música, usualmente pensamos en sonido, en melodías y armonías organizadas para generar una sensación placentera o una emoción a través de los oídos.
Pero hay instancias en las que la música cumple el propósito de ser una inyección de adrenalina, un motivador infalible que incita a la acción inmediata. En pocas ocasiones sale a relucir este poder más que en los cánticos de fútbol. También conocidos simplemente como barras o cantitos.

Más de un siglo cantando en las gradas
Aunque sea para nosotros bastante común y prácticamente necesario en cualquier partido importante, el cántico futbolero que cantan en coro como un ejército imparable de espartanos, los fans o hinchas de un equipo en el estadio, su origen viene de una época que ahora parece muy lejana, los finales del siglo XIX.
Desde 1880 ya se auguraba la pasión desenfrenada que resultaría provocar el fútbol a nivel mundial, con la canción “The Dooley Fitba’ Club”, revivida y popularizada en 1960 como “Football Crazy”. Esta fue la primera vez que una composición musical fue dedicada explícitamente a un tema futbolístico.
Su letra cuenta con humor y exageración, la historia de un hombre tan enloquecido por su equipo que, cuando duerme sueña con el juego y en él, grita los nombres de jugadores mientras saca a su esposa de la cama creyendo que hizo un gol, se mete en riñas y sale perdiendo, cuando el capitán le pide patear un penalty, lo hace tan fuerte que el balón aterriza en Nueva York.
El abuelo de los cánticos
Todo tipo de locuras tiene la canción, pero no se podría considerar un cántico, puesto que no fue escrita para ser cantada por los fans en las gradas. En esa categoría reina como el más antiguo del mundo aún en uso, “On the Ball, City” del equipo de Norwich City en Inglaterra, el cual se viene cantando desde 1890, incluso antes de la fundación del mismo club, por otras organizaciones futbolísticas que luego se fusionaron o desaparecieron.
Como forma de expresión cultural, el cántico de fútbol se puede considerar una de las formas modernas que todavía quedan de una vieja tradición folclórica, donde las canciones cuentan historias y son pasadas de voz en voz sin ningún tipo de formato académico.
A manera de juglares, los fans aprenden las canciones en el estadio y se las llevan en la memoria para luego compartirlas con otros fans, expandiendo así, una narrativa musical que sin problema puede durar varias generaciones. Después de todo, representan la expresión unificada de una identidad colectiva.
El Big Bang de los cánticos
Con el tiempo se volvió una tendencia, los equipos se fueron animando a crear sus propios cánticos en la medida que nos íbamos convirtiendo en un territorio globalizado. La música de aquí se escuchaba por allá, la televisión de allá llegaba hasta acá, hasta que finalmente estalló el Big Bang de los cánticos de fútbol, creando galaxias de diversidad y conectándolas entre sí como una verdadera cultura universal.

De lo militar a lo tribal
En su forma más pura, uno puede pensar en el fútbol como una forma de batalla sistematizada, en la que el ritual integra el canto de guerra que los soldados despliegan para motivarse y demostrar la fuerza que viene con la unidad. Por eso no es extraño que los primeros cánticos fueran inspirados en gritos de guerra.
Si pensamos en los equipos como ejércitos nativos, podemos pensar en los hinchas como la tribu que los acompaña. Desde esa perspectiva el cántico encaja de manera natural en la narrativa de un deporte en el que los equipos, son como reinos enemigos que se enfrentan en batallas épicas para defender su territorio y sus convicciones.
La impresión que puede causar escuchar a cientos de personas cantando al mismo tiempo puede tranquilamente dejar una marca de por vida. Así lo demuestra la invitada especial de este post.

Acabas de escuchar a Yancy Giraldo, diseñadora y apasionada por el fútbol y por su equipo favorito, el Manchester United.

El lado oscuro
Pensar en los fans como una tribu o un ejército, nos permite entender por qué es tan alto el grado de emoción que se invierte en los cánticos, está todo envuelto en pasión, y eso a veces es peligroso.
Al principio los cánticos tenían un solo propósito, alentar a los jugadores para dar impulso sicológico a su desempeño. Pero en la medida que los equipos fueron adquiriendo una hinchada más grande, condiciones sociales entraron al juego también y se infiltraron en los cánticos.
Las gradas se convirtieron en un lugar ideal para liberar la energía de multitudes cargadas con cualquier tipo de sentimiento de inconformidad que pudieran tener en su país.
Un evento deportivo de cualquier escala siempre tiene la habilidad de desconectarte temporalmente de la realidad que se vive afuera, pero lo que llevas dentro, bueno o malo, encuentra en ese momento una salida fácil.

Armas con melodía
Así los cánticos se fueron convirtiendo en armas, sus letras empezaron a parecer declaraciones de guerra a quien osara venir a esta casa y pretender vencer al equipo local.
Se sobrecargó el sentido de pertenencia. Jugadores, oficiales, entrenadores, policía, y por supuesto, los fans del equipo rival, se convirtieron en el objetivo que había que atacar despiadadamente, buscando con cánticos ofensivos, desconcentrar a los jugadores, irritar a los técnicos, molestar a los árbitros y provocar a los fans sin poner ninguna clase de límite, pasando de lo deportivo a lo personal.

Si un jugador estuvo envuelto en un escándalo por emborracharse, ser infiel o alguna otra forma de conducta considerada socialmente inapropiada, no será extraño que alguien le escriba un canto exponiendo su falla para ser gritado a todo pulmón en el próximo partido. Por supuesto, uno se puede imaginar que esto llevaría a peleas fuera del estadio y todo tipo de situaciones problemáticas, y como al final es una forma de expresión, el cántico dejará ver también las ideologías de quien los escribe, así llegó a filtrarse también el racismo y el antisemitismo.

En los 90 los gobiernos de Reino Unido e Italia buscaron medios legales para frenar este tipo de cantos, pero por ser algo tan difícil de controlar, al final queda en manos de los mismos fans reconocer la línea y tomar una posición correctiva.

La cultura del remix
Un cántico puede pasar de un club a otro, e incluso saltar entre países siendo alterado en cada destino. El ritmo, la melodía, las palabras y las ideas en general, todo puede ser re-interpretado localmente, logrando versiones nuevas que a su vez darán paso a otras “sub-versiones”, cada una llevando su propia identidad y pasando de boca en boca, de ciudad en ciudad y de un campo a otro.
La influencia global
Viajar por el mundo se hizo más fácil y económico, los hinchas empezaron a recorrer los continentes siguiendo a sus clubes o selecciones nacionales, encontrando en el camino nuevas ideas para cantar, y cuando no era posible viajar, ahí estaba la televisión por cable y el internet para traer la inspiración.
Como fue desde el principio las ideas podían venir de cualquier lado. Por ejemplo, en Suramérica se hizo popular el canto con palmas, y luego la tendencia apareció en otros países. El “Olé” viene del toreo, el “two, four, six eight” de otros deportes y escuelas norteamericanas.

Clásico o moderno, todo se vale.
Las melodías pueden venir de cualquier lado sin ningún requisito más que el de ser “pegajosas” y fácilmente interpretables por un inmenso coro de cantantes no necesariamente entrenados. Así llegó “Guantanamera” a las tribunas y “Seven Nation Army de White Stripes” a convertirse en un cántico, que sin tener nada que ver con el contexto, proporcionó la melodía perfecta para alentar a los equipos de cualquier deporte.
De la misma manera, obras clásicas se han visto absorbidas por la cultura del cántico futbolero, un ejemplo es: “Gloria, Gloria, Aleluya!” que es en realidad una canción de batalla escrita durante la guerra civil de Los Estados Unidos y se llama “Himno de batalla de la república”. Ahora su melodía se escucha en los estadios, particularmente en el de Manchester United, y antes de ellos, la cantaron en Escocia los fans del Hibernian de Edimburgo.
Libertad absoluta
La apropiación de cualquier canción se fue convirtiendo en una tradición. Algunos clubes tomaron la melodía y a veces la letra también, de una canción que pudiese identificarse con valores alineados a su identidad para convertirla en un himno no-oficial.
Liverpool tiene: “You’ll Never Walk Alone”, una canción que corresponde a un musical de Broadway llamado “Carrusel”, donde Nettie, uno de los personajes de la obra, tratando de consolar a su prima Julie después de que su esposo se suicidara clavándose un cuchillo, le dice cantando: “Nunca caminarás sola”.
“Blue Moon”, un hit americano de 1939, interpretado por artistas como Frank Sinatra, Elvis Presley y Bob Dylan, terminó siendo la canción representativa de Manchester City.
Al final, el cántico futbolero es el reflejo de una población, se adapta con el tiempo, se alimenta de sus influencias abrazando la diversidad, es político y polémico, es divertido y agresivo, irritante y enaltecedor, es todas las cosas que somos los humanos.

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