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Versión escrita
Hay días en los que te sientes en control del mundo, con el poder para hacer lo que quieras porque nada te sale mal. Entonces presionas los límites y haces algo inesperado solo para ver qué reacción puede causar.
Ese fue el caso con la canción Hotel California de la banda Eagles, una agrupación posicionada en los Estados Unidos, pero conocida en el resto del mundo por ese single de seis minutos y medio que habla acerca de un hotel llamado California.
La canción empieza describiendo una escena oscura en una autopista en el desierto que el protagonista va recorriendo, todo parece normal, ve una luz brillante a lo lejos, cae en cuenta que está cansado y decide parar en un hotel cercano. Y hasta ahí las cosas tienen sentido.
En el hotel lo recibe una mujer con una vela para iluminar el camino y él la sigue como si fuese algo normal, aparte de eso en el corredor se escuchaban voces que decían “bienvenido al Hotel California”. Al parecer, la mujer está loca por el dinero y tiene amigos lindos que bailan en el patio para olvidar o para recordar.
Y así, la canción se vuelve progresivamente más confusa, creando una atmósfera siniestra con detalles como las voces que cantan el coro despertando a las personas en medio de la noche, espejos en el techo, una bestia que apuñalan pero nunca pueden matar, y toda clase de frases que se niegan a describir algo con claridad. Por eso es de esperarse que gente en todas partes del mundo trate de descifrarla dándole más valor a lo oculto que a lo racional.
Pero al final del día, aunque la letra tiene esa sensación de terror, para sus creadores ese fue un efecto accidental. Lo que realmente buscaban expresar era su experiencia como músicos que venían de otros estados buscando oportunidades en California, donde la industria de la música y el entretenimiento reina.
Cegados por las luces llegaron para descubrir que había mucha artificialidad en todos lados, y que esa visión del sueño americano no es más que una cortina de humo para muchas personas.
El resultado de esta reflexión fue una canción que confunde y entretiene, pero que nada tiene que ver con el terror sobrenatural, sino más bien con la realización de que el lugar que idealizas puede no ser lo que esperas, pero que por el bien de tu carrera, no te puedes ir.
Ahora ya sabemos que Hotel California no cuenta intencionalmente una historia de terror. Por eso, aprovechando la atmósfera de Halloween, escribí un nuevo relato original inspirado en la canción con un toque de terror y misterio, lo llamé “Hostal Serenidad” y dice así.

Hostal Serenidad
Viajar por la vía que conecta la ciudad de Blackstone con La Trinidad puede estar tranquilamente en el top de tareas más aburridoras que un ser humano puede realizar. Nadie dice que el gran desierto que atraviesa la frontera de ambas ciudades no tenga una belleza admirable, el problema es no poder ver más que arena, cielo y asfalto durante horas en la más tediosa de las líneas rectas.
Entonces, ¿por qué te toca a ti hacer ese viaje justo ahora? Bueno, las razones son meramente corporativas, tu jefa, la señora Valencia te pide que vayas a buscarla al aeropuerto de La Trinidad porque su chofer está enfermo. A veces es difícil entender a la gente con mucho dinero, la señora hace un viaje de dos horas en avión y aterriza en la ciudad vecina solo para viajar en carro otras tres horas y disfrutar la vista del desierto en silencio.
En tu posición no hay mucho que puedas hacer, no le puedes decir que no, tanto te costó entrar a su compañía de tecnología y ganarte su confianza, además eres su asistente. Si quieres subir esa escalera corporativa, no tienes más opción que enterrar tus frustraciones en el patio trasero y esperar que el licor no haga que despierten como zombies hambrientos de pavo y conflicto en la fiesta de Navidad, aunque eso es lo más probable, el año pasado sobreviviste a la crítica colectiva de la familia, pero te costó varias botellas y el respeto de un par de primos.
Tomas aire y con calma respondes el mensaje de texto diciendo: —Sí señora Valencia, puedo salir ya y esperarla en el aeropuerto de La Trinidad. Tomas aire una vez más y te haces a la idea de que un viaje largo te espera.
«Es como mirar al horizonte sobre el mar, pero sin toda la belleza, solo la abrumadora sensación que provoca la inmensidad», eso pensaste cuando pisaste el freno de tu confiable sedán negro, y paraste frente al último semáforo que apunta directo a la autopista que te alejará de tu televisor y tus cobijas, para desperdiciar una tarde de sábado viajando a La Trinidad.
Ya habías sobrevivido a las primeras dos horas del aburrimiento hecho carretera, miraste tu celular y pensaste en darle un vistazo a tus redes sociales rápidamente, pero tu desesperación no da como para querer provocar un accidente. Aunque de todas formas por definición, los accidentes pasan.
Suena tu celular, debe ser la señora Valencia, tomas los auriculares para contestarle pero se te enredan en las manos y se caen al piso, bueno qué más da, ya llamará de nuevo, espera, ¿qué haces?, no los tomes ahora, ¡mira para adelante!
Es demasiado tarde. La joven estudiante de sicología que venía manejando desde La Trinidad a una fiesta de Halloween en Blackstone, no tuvo tiempo de reaccionar y tú tampoco.
El sonido de las ruedas rechinando sobre la carretera te perfora los oídos anticipando un sonido más fuerte y dramático, todos tus músculos se tensionan como si quisieran salirse de tu piel, tus dedos se entierran en el volante, tus pies pisan el freno con la fuerza de todo tu ser. Luego el impacto, el metal retorcido, el vidrio quebrado, la brisa, la luz intensa y la nada.
De golpe, despiertas tomando aire como si hubieses estado bajo el agua a punto de ahogarte, levantas la mirada pero solo puedes ver figuras borrosas en medio de la oscuridad, la cabeza te pesa como si cargaras una bolsa de cemento sobre ella, y tus oídos pasan gradualmente de completa ausencia de sonido a un desesperante pitido agudo.
Por alguna razón divina puedes aún moverte, entonces, recobrando los sentidos y la preocupación por el daño que causaste, corres al auto de la chica esperando lo peor. El Volkswagen Golf blanco había terminado a un costado de la carretera con el techo contra el piso. Te arrojas al suelo para ver hacia adentro de su ventanilla con el corazón a punto de salirse de tu pecho.
—¡Se mueve! Está atrapada pero tiene signos vitales, entonces corres a tu auto de vuelta para llamar una ambulancia, pero no lo encuentras, la desesperación y los vidrios regados tampoco te ayudan.
En medio de la ansiedad, tus ojos captan el reflejo de una luz intermitente, levantas la mirada y ves un aviso de neón azul que dice “Hostal Serenidad” sobre una casa que parece no haber recibido mantenimiento en años, adentro deben tener un teléfono que puedas usar, entonces cruzas corriendo la carretera y entras al hostal demostrando con todos tus gestos corporales el sentido de urgencia que te domina. Pero la mujer de la recepción, una chica alta de piel clara, ojos verdes y cabello largo y negro, no se contagia de tus emociones, por el contrario parece demasiado tranquila, casi indiferente.
Solo hasta ahora notas que el lugar está bastante mal iluminado y te cuesta distinguir los rasgos de su cara, pero su vestido rojo es claramente visible por la intensidad del color y el reflejo de la luz. Te acercas a su escritorio y lees la placa frente a ella que dice María S. Administradora, entonces te diriges a ella usando su nombre y enfatizas que estuviste en un accidente y necesitas ayuda, alguien está herido. María parpadea lentamente y te dice:—Sí, la chica del auto blanco que hiciste chocar, ella está aquí con nosotros.
—¿Qué?, exclamas con total confusión, entonces María señala al fondo del pasillo donde está la primera habitación, dentro de ella alcanzas a ver a la chica desmayada en un colchón sobre el piso. Corres en dirección a ella sin pensarlo dos veces.
La habitación podía estar mejor, las paredes color marrón y manchadas de humedad definitivamente no ayudaban a la pobre iluminación de una sola lámpara sobre la mesa de noche. No era posible caminar sin que sonara ese chillido molesto de la madera vieja, tropezarse con algún periódico de hace veinte años, o pisar colillas de cigarrillo y ropa usada, el ventilador de techo no servía y parecía estar enredado con tela y cables, había un hacha clavada en el piso, las cortinas pesadas y rotas daban la impresión de haber sido rasgadas intencionalmente, aparte el calor intenso que se sentía, levantaba una mezcla de olores de basura y excesivo desinfectante.
El colchón cumplía su función y nada más, sin cubierta y manchado con tonos que iban del rojo oscuro al negro, apenas servía para separar ligeramente a la chica del suelo, quien además aportaba a las manchas con la sangre que salía de su frente, pintando su cabello rubio, bajando por su cara excesivamente blanca por el maquillaje de su disfraz de vampiro, y en su blusa roja, capa y falda negra se perdía.
Pero respiraba, con dificultad, pero lo hacía y eso te daba esperanza, el problema era que este lugar no estaba siendo de mucha ayuda, entonces, después de examinar a la chica, te paraste rápido con la intención de hacer presión a la administradora para conseguir ayuda, pero el mareo se apoderó de tu cabeza.
De nuevo la oscuridad absoluta, nada más puedes experimentar que un olor a sangre y voces que susurraban —Es tu culpa. Abriste el portal. De la serenidad. Del infierno.
Sientes un líquido tibio deslizarse sobre tu cabeza que te hace moverte enseguida, empiezas a caminar erráticamente con tus brazos estirados hacia el frente tratando de encontrar una salida. Un sonido de gotas cayendo sobre la madera llama tu atención, te concentras para escuchar mejor y te diriges en esa dirección moviéndote lentamente sobre el piso pegajoso.
Finalmente tus manos encuentran algo, no sabes bien qué es, se siente rígido y frío, «podrían ser tubos viejos que el hostal usa para recolectar agua lluvia, eso explicaría el sonido de gotera, pero no tendrían por qué estar en esta habitación, ¿y dónde está la chica disfrazada de vampiro?», Eso pensabas mientras examinabas los tubos, los cuales a medida que corrías tus manos hacia abajo, se hacían más delgados, luego la textura cambió a algo más plástico, plano y con punta, entonces caíste en cuenta, no estabas sosteniendo ningún sistema de drenaje, eran unas piernas colgando en el aire.
La luz se enciende y ahora es clara la escena, en el centro de la habitación, colgada del cuello por un cable atado al ventilador de techo estaba María, la administradora. Quieres gritar pero no puedes producir ningún sonido.
Una sombra se levanta en la esquina que está detrás del cuerpo de María y empieza a cubrir a la chica que aún seguía en el colchón. Colgada del ventilador, María abre los ojos y te mira con terror, algo más terrible que su propia muerte la asusta tanto que la hace despertar del estado inerte, no puede mover la boca pero habla en tu cabeza diciendo: —corre.
Pero la chica aún estaba en el colchón, no podías dejarla, tu conciencia no lo permitía. Corres al colchón y le ayudas a levantarse, con un brazo sobre tus hombros puede caminar pero no es consciente de su entorno. La luz parpadea, amenaza con apagarse otra vez, la sombra crece pero tú no miras hacia atrás, con cada paso en dirección a la puerta escuchas el crujir de vidrios bajo tus pies mientras la habitación se llena de humo y olor a gasolina, pero ya estás muy cerca, estiras tu mano para alcanzar la perilla de la puerta pero te resbalas con un vidrio y caes al piso con la chica a tu lado. La sombra crece sobre ti, María cierra los ojos y se apaga la luz.
Escuchas el cerrojo de la puerta, luego el chillido que produce la sombra retrayéndose con la luz tenue que entra por la puerta. Sin pensarlo te levantas y ayudas a la chica, entonces ves en el marco de la puerta, iluminada por una vela una figura familiar acompañada de una voz imponente que dice: —vamos, no queda mucho tiempo. Era la señora Valencia.
—Al ver que no llegabas renté un auto y tomé la autopista, saliendo de La Trinidad, vi el accidente y reconocí tu auto. Dijo tu jefe mientras alumbraba con una pequeña vela buscando la salida, —verás, continuó la señora de cabello negro corto y traje de negocios, —yo conozco este lugar, fue uno de mis primeros emprendimientos, pero cuando empecé la compañía de tecnología lo cedí a mi hija recién casada y a su esposo el capitán Rupert. Luego me enteré que Rupert la maltrataba y la mantenía encerrada en una habitación. Hasta que un día la depresión se apoderó de ella y se colgó de un ventilador de techo, se llamaba Serenidad, María Serenidad, era la administradora de este hostal. Nunca pensé volver, pero supongo que todos somos prisioneros de nuestras propias decisiones. ¡Ahí está!, la salida, vamos.
El corredor que da a la puerta principal parece eterno, no ayuda que tu paso y el de la chica disfrazada de vampiro, todavía medio inconsciente, es lento y las voces que susurran en tus oídos ahora son más fuertes. —Es tu culpa. Abriste el portal. Ella es nuestra. El cansancio te hace tambalear pero no te detienes, puedes sentir la presencia de la sombra tocando tus talones donde la luz de la vela llega con dificultad, este es el momento de la verdad, la recta final.
La luz se hace más fuerte, tocas el borde de la puerta y te impulsas para salir de una vez por todas de ese lugar infernal, pero al pisar la tierra fuera del edificio, tu cuerpo no resiste más y lentamente pierdes el conocimiento. Lo último que vieron tus ojos con dificultad fue inolvidable, por primera vez viste la sonrisa de la señora Valencia.
Después de un par de días en el hospital finalmente tuviste fuerzas para coordinar tus pensamientos y tener una conversación, entonces llegan el doctor y las respuestas a tu camilla.
La primera pregunta fue: —la chica disfrazada de vampiro, ¿está bien?, el doctor respondió, —sí, solo tuvo heridas menores y ya salió del hospital. Luego decidiste tomar el riesgo de contarle toda la historia y le pediste que enviara a la policía a investigar.
El doctor, un tipo alto y canoso de ascendencia afroamericana, hace una pausa, toma una silla, se sienta tratando de organizar sus ideas y dice: —la policía fue al Hostal Serenidad, encontraron el cuerpo de María y los de varias personas más que habían sido secuestradas y torturadas por el capitán Rupert. Cuando la policía lo encontró, estaba encerrado en una habitación oscura, al verlos se lanzó sobre ellos con un hacha, los oficiales abrieron fuego. Eso pasó hace 25 años, tú debías estar muy joven en ese entonces. Después del incidente el hostal fue demolido.
—En cuanto a la señora Valencia, su vuelo nunca llegó a La Trinidad, el avión explotó al despegar, no se sabe qué pudo causarlo pero no hubo sobrevivientes.

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