Tears in Heaven. La vida cambia en un instante.

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Las emociones viven en la música. Cuando alguien escribe una canción, en realidad está construyendo una colmena donde llegarán como abejas, toda clase de sentimientos, recuerdos y estados de ánimo para habitarla.

Esta puede no ser la intención del escritor o compositor, y con frecuencia no lo es, pero cuando una canción es compartida, deja de ser un acto solitario de introspección, fantasía o relato. Su significado se vuelve propiedad del mundo, adquiriendo un valor individual y colectivo al mismo tiempo.

Así como es inevitable para su creador construir inconscientemente el hábitat de su música, es imposible para nosotros, las abejas, evitar ser atraídos por la sensación que provee su acogedora morada, ignorando que a veces los materiales de su construcción incluyen llanto y dolor.


Este es el caso de Tears in Heaven de Eric Clapton, una canción que nació de una tragedia fácil de explicar pero tremendamente difícil de entender.


Primero hubo una invasión

Tears in Heaven es bastante reconocible, posiblemente porque es una de esas canciones que por ser suaves y sinceras, le llegan a un gran número de personas en todas partes del mundo, pasando así la prueba del tiempo y volviéndose universales. 

Su creador Eric Patrick Clapton, venía construyendo consistentemente su carrera desde los años 60, siendo uno de los músicos originales del Reino Unido que se obsesionaron con la música folk de Mississippi conocida como blues, y que luego llegarían a América durante esa misma década, para protagonizar el movimiento musical que conocemos como la invasión británica. Un momento de la historia en el que bandas de esa región de Europa llegaron a ser masivamente populares en Los Estados Unidos, trayendo naturalmente con el intercambio cultural, inspiración para varias generaciones de rockeros.

Eric seguiría su camino a convertirse en uno de los guitarristas más celebrados e influyentes del mundo, siendo el segundo en la lista de los 100 guitarristas más importantes de la historia publicada por la revista Rolling Stone, apenas un puesto debajo de Jimmy Hendrix.

Sin duda “Tears in Heaven” fue un impulso importante que lo lanzó a la cima del éxito global, estuvo en los primeros puestos de la radio en varios países, ganó tres Grammys y lo consolidó como un ícono de la música. Es la canción por la que muchos lo recordamos. Pero la razón que lo llevó a escribirla es mucho menos colorida.

Una época llena de confusión

En agosto de 1986 nació Conor Loren, producto de la relación entre la modelo italiana Lory del Santo y el ya reconocido ícono del rock, Eric Clapton. Pero el comienzo de la nueva etapa para los padres primerizos no fue la fantasía sobrecargada de amor que uno espera ver en esos momentos. El músico y la modelo no tenían una relación estable, Eric venía saliendo de un divorcio y su relación con Lory aún no era demasiado sólida, además, Clapton quien apenas volvía a la vida de soltero no debía tener mucho interés en tomar de nuevo un compromiso tan alto, pero claramente tener un hijo cambia las reglas del juego.

Así empezó una relación de paternidad esporádica, en la que el guitarrista entraba y salía de la vida de su hijo y su novia. Entonces la madre toma la custodia del niño pues la inestabilidad de Eric que un día quería ser parte de sus vidas y al siguiente se desaparecía, no era sana para la crianza de su bebé. Clapton simplemente no lograba descifrar este tema de ser papá ni hacerse completamente a la idea.

La revelación


En ese vaivén pasaron cuatro años. Hasta que un día de marzo de 1991 en Nueva York todo cambió. Eric y Conor por primera vez salieron solos a pasear, fueron al circo en Long Island y pasaron un gran día fortaleciendo su conexión. De regreso al apartamento donde esperaba Lory, Conor parecía una pequeña llama prendida de emoción, había pasado el rato más divertido con su padre y al día siguiente sería incluso mejor, Eric había prometido llevarlo a él y su mamá al zoológico y a comer a un restaurante italiano, el niño difícilmente logró dormir esa noche.

Por su parte Clapton, regresó del paseo del circo con una nueva visión de su futuro, era el momento de retomar el camino y tener un nuevo comienzo. El switch de padre finalmente se encendió en él desencadenando una serie de emociones y un deseo incontenible de hacer que las cosas funcionaran. Incluso llegó a describir a su hijo como: “La única cosa en mi vida de la que algo bueno podría salir”. A partir de ese momento todo iba a estar mejor.

La vida cambia en menos de 24 horas


Llegó la mañana del día siguiente y la energía del pequeño Conor, ahora recargado de emoción por la expectativa del día que estaba por delante, llenaba el apartamento de alegría. Pronto su padre, quien no vivía ni pasaba mucho tiempo con él, iría a buscarlo para ir a ver los animales en el zoológico, ¿qué puede ser más emocionante que eso para un niño de cuatro años? 

Mientras tanto, su mamá se alistaba y la niñera se ocupaba de cuidar a Conor, quien se le había dado por jugar a las escondidas justo en ese momento. Así entonces se la pasó corriendo por el apartamento mientras la niñera lo perseguía, entrando a la sala, el conserje la detiene previniendo que llevaran el juego y las carreras a ese lugar pues él estaba limpiando las ventanas y no era seguro.

La explicación no pudo durar más ni ser más clara para quienes vivían ahí y conocían el lugar, pero debió ser completamente indiferente para el niño, que sin problema, siguió corriendo para pegar su nariz en una de las grandes ventanas del apartamento, como solía hacer cuando quería simplemente apreciar la vista de la ciudad, el problema es que esta vez no había nada sobre qué recostar su nariz, la ventana estaba abierta y el niño cayó al vacío, encontrando el final de su corta vida en el techo de un edificio contiguo.


Sin duda fue un extraño accidente. La ventana usualmente estaba cerrada, pero ese día para dejar correr el aire después de la limpieza, la dejaron abierta, aparte debía ser muy baja y claramente no estaba asegurada para niños, pero de vuelta, estamos hablando de padres inexpertos y separados en 1991, un apartamento de adultos y un niño de cuatro años que corre libre siendo impredecible, como suelen ser a esa edad.


Los detalles son confusos y realmente te hacen pensar por qué algo así tenía que pasar. Pero como una de esas grandes ironías de la vida, la tragedia dio paso a la canción más comercialmente exitosa de la carrera de Eric Clapton.

Llega la inspiración

El guitarrista británico desaparece después del incidente, lidia con su pena y se refugia en la música. En ese entonces además estaba trabajando en la creación de un tema original para la película Rush, esa fue su terapia. La idea de reflexionar sobre la vida después de la vida y de preguntarse si uno realmente se encuentra con sus seres queridos en el más allá, venía dando vueltas en su cabeza tiempo atrás, pero cuando la película y su propia tragedia se alinearon en el tiempo, la idea tuvo una verdadera razón de ser.

Entonces Clapton, se acerca a Will Jennings, un compositor que años después conoceríamos por escribir “My Heart Will Go On” para Celine Dion en la película Titanic, y le pide que le ayude a escribir una canción para su hijo. Eric llevó la primera estrofa ya escrita, en ella, después de conocer la historia, uno puede fácilmente deducir que el cantante le habla directamente a su hijo, preguntándole que si lo reconocería si se vieran en el cielo. 

Jennings prefería no asistir a Clapton en la tarea de escribir una canción tan personal, además para él, esa primera estrofa ya era toda la canción, pero Eric insistió argumentando que admiraba su trabajo, entonces Will finalmente accedió y se puso en la tarea de escribir el resto.

Una canción importante


Cuando la canción estuvo lista, por la evidente carga emocional, Clapton no estaba seguro de lanzarla, fue el director de Rush quien lo convenció diciéndole que, así como fue terapia para ayudarlo a él a sobrellevar la tragedia, podría servirle a alguien más que estuviese pasando por una situación similar.

El resto es historia, la canción salió para convertirse en un hit masivo y engrandecer el reconocimiento mundial del artista. Años  después, en 2004, Eric decide no volver a tocar la canción en vivo, ya había encontrado la manera de seguir adelante con su vida y no deseaba revisitar ese capítulo oscuro.

Es curioso pensar cómo puede una tragedia tan personal y de naturaleza tan impactante, crear una canción tan atemporal y celebrada universalmente. Tal vez sea porque nos conectamos más con el arte cuando lo encontramos en los extremos, cuando apela a un sentimiento demasiado natural y escarba hasta llegar al fondo de nuestra humanidad, donde todos, sin importar nada más, somos iguales. Pero también de una manera distinta nos conectamos con la fantasía que nos lleva lejos en una historia. De cualquier manera, la vida cotidiana puede llegar a ser aburrida, mientras que los bordes de la realidad y las emociones nos hacen sentir más.



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Published by Leon Bernard

Busco el equilibrio en la creación, poniendo en la balanza el pensamiento estratégico y la libertad para producir música y escribir historias.

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