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Cuando parecía que la droga los haría desaparecer y la historia se encargaría de convertirlos en un recuerdo, regresaron a la vida con una historia de bar.

Ocupación y resistencia
En 1638 los suecos, que para aquella época tenían una importante fuerza militar, querían un pedazo de la torta americana. Entonces llegaron a ocupar una parte del territorio al norte del continente donde antes habían llegado holandeses e ingleses. La llamaron Nueva Suecia, porque así era la gente en Europa antes, no se complicaban pensando nombres, todo se llamaba igual que en sus lugares de origen pero con algún calificativo adicional.
Los suecos jugaron una carta política en el juego de la colonización, negociaron con los locales, la tribu indígena Susquehannocks para crear una economía basada en el intercambio, los europeos pagaban por el derecho a la tierra y se comprometían a proteger a la tribu de otros colonizadores, a cambio de cuero y pelaje animal para la fabricación de artículos en su país.
Pero un día de septiembre en 1655 todo cambió. Tachiniki, una mujer nativa, andaba por la autodenominada propiedad del secretario de Nueva Holanda y decidió tomar un durazno de un árbol. Alguien la vio y acusándola de robo, la mató. En este punto los holandeses habían retomado el control de Nueva Suecia y los nativos no estaban muy felices, porque aunque era imposible corroborar la veracidad de la historia de Tachiniki, el hecho era que esta nueva ocupación no les convenía, ya habían establecido cierto balance con el otro grupo de colonos aparentemente menos terribles. Así que se fueron a la guerra con los holandeses, la Guerra del árbol de durazno.
Diez años antes, un área de aproximadamente 97 km2 entre Manhattan y el Bronx, fue otorgada a Adriaen van der Donck por el Director General de Nueva Holanda, cuando Nueva York era Nueva Amsterdam. A van der Donck, le decían “el joven caballero”, usando una palabra del antiguo holandés: Jonkheer, de la cual luego la zona tomaría su nombre y se convertiría en la ciudad de Yonkers.
Durante la Guerra del árbol de durazno, los holandeses perdieron el control de la colonia de Nueva Suecia y los ingleses la retomaron. A la esposa de van der Donk la secuestraron los nativos americanos y luego cobraron por su liberación, mientras que su esposo, el yonker original, murió en el conflicto.
A pesar de todo lo ocurrido, uno podría atreverse a especular que hoy no se conoce a Yonkers por su historia de ocupación y resistencia, tanto como por ser la ciudad donde creció Steven Victor Tallarico, el vocalista de Aerosmith, más conocido como Steven Tyler.

Autodestrucción y olvido
De niño, Steven solía acostarse debajo del piano mientras su padre, un pianista profesional que daba clases en una escuela del Bronx, tocaba alguna pieza clásica. De ahí nació la inspiración para crear una de las canciones que luego harían parte de la lista de clásicos presentados al mundo por la banda Aerosmith. Era Dream on y su letra estuvo lista cuando Steven tenía apenas 14 años.
Pero fue a los 16 que realmente empezó su carrera musical formando una agrupación llamada Chain Reaction, y posiblemente seguiría estando en ella, si no fuera porque un día, en un concierto, vio tocar a una banda con tremendo talento y poder llamaba Jam Band.
Steven se enamoró instantáneamente, así como cuando pasas por la vitrina de una tienda y ves un producto que no sabías que existía, pero que después de verlo tienes que tenerlo, así descubrió que tenía que tener esos talentos de su lado.
La idea no le sonó mal a los chicos de Jam Band y poco después formaron una nueva agrupación, con una sola condición: Tyler, quien venía tocando la batería y haciendo voces de apoyo en otros proyectos, tendría que ahora ser el cantante principal.
Cuando llegó la hora de pensar un nombre pasaron por opciones como: The Hookers, Spike Jones y Fox Chase. Pero la última palabra la tuvo el baterista Joey Kramer, quien durante sus años de escuela, inspirado en el álbum Aerial Ballet de Harry Nilsson, solía escribir en sus cuadernos la palabra Aerosmith.
Entonces se mudan a Boston y de ahí para adelante todo fue en aumento. Las presentaciones en bares se convirtieron en estadios llenos, los oyentes casuales se convirtieron en fieles seguidores y los contratos fueron sumando ceros exponencialmente.
Todo subió proporcionalmente, así que el habitual cigarrillo de marihuana se convirtió en heroína y por supuesto, en ese punto la droga recreativa se vuelve un problema de adicción, lo cual llevó, junto a giras extensivas durante la década del 70, a un declive en la producción y la banda empezó a caminar por la ruta que lleva a la autodestrucción y el olvido.

Influyente para dos generaciones
En los 80 Aerosmith parecía una de esas bandas problemáticas de estrellas cuya luz se va desvaneciendo poco a poco cumpliendo su ciclo natural. Pero a mediados de la misma década llegaría una nueva oportunidad de redención llamada: Hip Hop, el género que definiría la nueva música pop. Uno de sus más grandes exponentes era una agrupación llamada Run-D.M.C.
Así que se fueron todos a rehabilitación, completaron su tratamiento y se comprometieron a dejar las drogas y empezar una nueva etapa.
En 1987 lanzan un nuevo álbum llamado Permanent Vacation y con él, viene un renacimiento. Se inclinaron más al pop-rock y aplicaron una estrategia que la disquera sugirió y que para rockeros de su época no era muy agradable: reclutar una considerable cantidad de escritores externos.
El resultado fue un álbum en el que apenas dos o tres canciones fueron escritas exclusivamente por la banda, todas las demás fueron en colaboración con otros compositores.
La fórmula funcionó y el disco los subió a un nivel de popularidad incluso más alto que antes, convirtiéndose en una banda influyente para dos generaciones. De ese trabajo colaborativo saldría una de las canciones más reconocibles de su carrera llamada “Dude Looks Like a Lady”.

La melena más espectacular
Históricamente, la cuestión de género y sexo no siempre estuvo estrictamente conectada. Hombre y mujer, niño y niña, azul y rosado son palabras que ayudan a entender el mundo simplificándolo con conceptos fáciles de asimilar. Pero a veces la idea más simple evita que veamos una realidad más amplia.
Dentro de la cultura polinesia existen en Hawai los Māhū, personas que habiendo nacido biológicamente como hombre o mujer, no se identifican como ninguno de los dos exclusivamente, en cambio, aceptan y exteriorizan su lado masculino y femenino al mismo tiempo.
En su entorno cultural, la comunidad los respeta; son curanderos, profesores y juglares encargados de pasar la sabiduría espiritual de una generación a otra.
Por su parte, la cultura de los Navajo en lo que hoy es California, antes de que la influencia occidental distorsionara sus tradiciones, los Nadleeh eran considerados doblemente bendecidos y respetados por pertenecer a la tercera categoría de género: mujeres y hombres que se identificaban con el sexo opuesto. Eran apreciados en términos espirituales y prácticos, pues al estar en un punto central del espectro, podían ejecutar varias labores de ambos extremos; como cultivar, cazar, tejer, cocinar, luchar, construir e incluso adoptar niños huérfanos o cualquier otra actividad que normalmente se asignaba a un solo género, esto les daba una ventaja, les agregaba valor como miembros extra productivos de la comunidad.
Después de varios siglos de colonización y adoctrinamiento, nos fuimos adaptando a las nuevas reglas sociales, incluyendo la simplificación del género aceptando exclusivamente el asignado al nacer. Y con esta etiqueta vienen otro tipo de factores culturales; formas correspondientes de actuar, de hablar, de pensar y de vestirse.
Pero siempre hay gente dispuesta a ignorar las etiquetas y reglas preestablecidas, llevando la contraria como una forma de rebeldía y demostración de absoluta libertad. Y para eso siempre fueron expertos los roqueros de los 80 y 90s.
El cabello largo y alborotado, la ropa ajustada y de colores brillantes y el maquillaje expresivo, todo hacía parte del nuevo prototipo sexy-desordenado transversal a hombres y mujeres en la cultura pop.
Un día, entrando a un bar los chicos de Aerosmith ven de espaldas a ellos, sentada al fondo de la barra, una rubia con la melena más espectacular que pudo haber creado la moda de la época, entonces se acercan atraídos por el magnetismo irresistible de su estilo, solo para cambiar abruptamente de sensación cuando al darse la vuelta, resulta que la rubia era un tipo llamado Vince Neil, el vocalista de la banda Mötley Crüe. El incidente produjo solo risas y burla amistosa al decirle a Vince: “este tipo parece una chica”.
Pero también plantó la idea para una canción que quedaría en el aire durante un tiempo, hasta que llegó el momento de grabar aquel álbum lleno de invitados. Entonces entra en escena Desmond Child, un prolífico compositor que había escrito éxitos masivos para Kiss y Bon Jovi.
Al ser nuevo este método de escritura de canciones, la banda se resistió a la presencia de Desmond, considerando innecesaria la ayuda de alguien externo, pero le siguieron la corriente solo para complacer al ejecutivo de la disquera quien lo había traído.
Entonces Steven, un poco más amable que los demás ante la incómoda situación, se acerca y le presenta una canción llamada: “Cruisin’ for the Ladies”, Desmond de inmediato arremetió contra ella, opinando que no podía haber un título de canción más aburrido que ese, lo cual amplificó la tensión y la indignación de la banda. Pero Steven se acerca humildemente una vez más y dice que la canción antes se llamaba “Dude Looks Like a Lady” en relación a un hombre que de lejos parece una mujer.
Ahí Desmond cambió de parecer, ese era un título mucho mejor, había algo que contar, una posición importante que tomar, algo atrevido, divertido y nuevo. Vio la oportunidad para contar una historia acerca de un tipo que va a un club de strippers y se enamora a primera vista de una de las bailarinas. Al terminar el show se va a buscarla al camerino, ahí descubre que era en realidad un tipo, pero a pesar de la sorpresa decide seguir la corriente en vez de salir corriendo del lugar.
Partiendo de ahí y con el contexto de la anécdota del bar, el compositor se dedicó a escribir. Pero primero había que saltar una barrera más. A Joe Perry, el guitarrista, le preocupaba que la canción pudieran ofender a la comunidad gay, a lo que Desmond respondió diciendo que no se preocupara, él era gay y no estaba ofendido.
Así nació entonces una canción acerca de un tipo que se enamora de una mujer trans, una temática no tan delicada en 1987 y comúnmente tratada con humor. Sin embargo, eventualmente recibió críticas por presentar la idea de que las mujeres trans buscan engañar a los hombres, y por intercambiar los pronombres usando él y ella para referirse a la misma persona.
Pero la canción pasó la prueba del tiempo y se convirtió en uno de los éxitos más grandes de la banda, parándose firmemente sobre la idea de que el mensaje es de aceptación, una invitación lírica a no juzgar un libro por su portada.
Bonus Track
Referencias: https://en.wikipedia.org/wiki/Peach_Tree_War – https://en.wikipedia.org/wiki/Steven_Tyler – https://en.wikipedia.org/wiki/Aerosmith – https://www.songfacts.com/facts/aerosmith/dude-looks-like-a-lady – https://www.theguardian.com/music/2010/oct/11/two-spirit-people-north-america – https://www.yesmagazine.org/social-justice/2021/06/07/trans-history-gender-diversity
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